He perdido mi fatiga
y encontrado su materia
en carne viva;
y mi silencio
se esconde de la rosa
mientras juguetea con sus espinas;
y mi fuego
que lo quieren convertir en barro
quienes oyen las cadenas
arrastrando.
¡pero si sólo es poesía!
domingo, 26 de octubre de 2014
lunes, 21 de julio de 2014
poema que busca
...y lo que me tenía que curar, me
enfermó.
Odio la naturaleza y su amenazante
maldad que me impide
contemplar la verdad que de mí se
esconde. ¿Dónde habitará
ese esqueleto matemático subyacente
que me daría como respuesta
cierta salud? La belleza me rehuye y yo
la evito
desde aquella vez, que tras sus sombras
fui colonizado
por un virus funesto. A mi alrededor
todo eran moscas que esperaban
impacientes. Que os jodan! No me pienso
morir! Utilizaré
todos estos muertos para defenderme de
vosotras, carroñeras!
...y lo que me tenía que matar, me
salvó.
Adoro la cercanía penosa de estos
muros que me encierran,
ahora que ya todo me parece extraño,
ahora que me parece imposible
recuperarte, ya solo permanezco quieto
en mi abandono. Todo lo demás es
mentira. ¿Cuándo podré recurrir
a aquellas fuerzas sobrehumanas, que me
permitan continuar con todo
donde lo dejé?¿Dónde lo dejé?
Los sanos que me rodean no lo
comprenden, y únicamente
se impacientan como moscas. Y eso lo hace todo más
difícil,
más oscuro. Una oscuridad que ya no oculta mi amor hacia
tí.
viernes, 4 de abril de 2014
como una estrofa vegetativa
Ósmosis f. Paso de líquidos de
distinta densidad a través de una membrana que los separa.
Ya era pasado cuando
uno de los dos elementos pasó a
significar un mero instrumento paliativo
de la vida del otro.
Y lo llamé muerte. Y obedecí a su
miedo.
Es extrañísima,
de un encanto y una dulzura aparentes,
pero en el fondo de una maldad
tremenda. Con su luz
que perturba el insomnio y convierte mi cuerpo
en un centro de tortura.
lunes, 24 de febrero de 2014
viaje póstumo
Después de asimilar una desgracia, y
tras no haberme podido despedir
con hermosas y memorables palabras, el
destino injusto de la mano me contuvo
al viaje póstumo que fue el deseo
último de mi difunto padre.
Tiempo atrás me imperó con su tono
caballero,
ya ciego y sordo entre elogios y
esperanzas,
que sus cenizas volaran, que las
metiera en su emigrante maleta y me fuera con ellas
a una isla del otro hemisferio, al
cielo virgen de las alturas, y lo dejase
irse para siempre entre nieblas, nubes
y espesuras a donde la corriente le ofreciera
un lugar para reposar siendo polvo en
el ágora donde todos callan,
sobre un cadalso lleno de inocentes
descansando sin más.
Y así fue como lo dispuse todo:
no fue ni isla ni península sino
tierra firme en continente;
no fue el otro hemisferio, ni uno
desconocido sino el mismo,
mas una vez en las alturas, elevándose
un vértigo insaciable a través del cielo despejado
esperando el lugar acorde, el momento
oportuno, el viento favorable,
agarré con fuerza su maleta llena de
él, recé elogios mundanos, alabanzas sin melancolia y procedí,
abriéndola al vuelo y viendo descender como con vida, planeando sus
cenizas,
mil colores que dejó un cuerpo, el de
mi padre, como un mandala flotando en los cielos,
sin tiempo ni cadáver, donde ahora
decansa por fin sin fobias ni rencores despreciables.
viernes, 24 de enero de 2014
in memoriam
Era muy consciente desde el comienzo
que el final razonable y lógico de su vida terminaría de una forma inexorable,
en suicidio.
Dudante de ser vencido por súplicas y ruegos,
no compartió su destino con nadie, ni un solo indicio,
ni una sola pista, un gesto delator, nada.
Carcomió todo su cerebro en esa escena casi póstuma
pero no reunía la fuerza suficiente para señalarse que ese día había llegado.
Tal vez la seguridad que tenía en su propio final
le excusaba de llevarlo a cabo.
Consumió todas las noches
imaginándose la cita ineludible, mas durante el día,
aún sabiendo el desenlace, sentía la curiosidad de saber hasta qué punto del tiempo
el destino aplazaría su suerte.
que el final razonable y lógico de su vida terminaría de una forma inexorable,
en suicidio.
Dudante de ser vencido por súplicas y ruegos,
no compartió su destino con nadie, ni un solo indicio,
ni una sola pista, un gesto delator, nada.
Carcomió todo su cerebro en esa escena casi póstuma
pero no reunía la fuerza suficiente para señalarse que ese día había llegado.
Tal vez la seguridad que tenía en su propio final
le excusaba de llevarlo a cabo.
Consumió todas las noches
imaginándose la cita ineludible, mas durante el día,
aún sabiendo el desenlace, sentía la curiosidad de saber hasta qué punto del tiempo
el destino aplazaría su suerte.
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