jueves, 9 de septiembre de 2010

el gato o la muerte


Algo de lo que flota viene camino de tinta que se exterioriza. Tan solo sigue a una señal que hace que otra se pierda. El gato, mientras tanto, vigila al lado de la puerta a su próxima caricia. De repente, la mano de una mujer le espanta. "¿Y mi caricia?" -le pregunta al camarero- "¡Quién ha dejado eso ahí!" -responde-, "¿has sido tú?", ha sido él -señala, y las miradas también señalan-. La maleta olvidada de siempre podría tener su propia bomba de relogería. ¡Que estalle! El veneno hace su efecto, o se asoma a él como a un espejo. Dos realidades separadas, una mentira dañina y algunas fabulaciones sueltas, son el contenido de la maleta y del falso peregrinaje de las palabras. Callan y abandonan sus vericuetos. "¿Quién tropieza de los dos?", me levanto, atrás... nadie. El baño tiene una costumbre más higiénica que los de costumbre. Escondo el marasmo que otros han dejado suelto. Y los vaivenes confunden el letargo de mis pasos que traza unos movimientos que hacen de mí un muñeco. "¡Quién mira a quién!" -bacila la voz sin pulso. Un vuelo que pide ser elevado. Sin vértigo, resulta más divertido aguantarse la risa que reirse. Todos y cada uno miran sus propias ajenidades. Aprovecho la pausa para respirar todo lo que miro. El gato sigue ahí parado como un perro. Un encendedor pasa de mano en mano prostituyéndose a su manera. No sé si grito o callo, y cuando escribo sé que no me escuchas..."¡Eh, quién eres tú, vuelve!". La conciencia es la voz de la muerte y yo simplemente le hago una foto. El gato no maúlla.

1 comentario:

Anónimo dijo...

vaya con el surrealismo... me ha sorprendido ciertamente. Seguiré leyendo