jueves, 9 de septiembre de 2010

insomnio


La ansiedad invoca al hambre, a la limpieza y a otras muchas acciones diarias casi necesarias. Mientras limpiaba me tajé un dedo. Un corte bastante profundo, proporcional a mis crisis, diría yo. Y con un dedo menos, he tenido que escapar del incendio provocado. Fuera de mí, también había un incendio. Y por unos momentos, mil despedidas pasaron por mi cabeza. Mil despedidas para la misma persona.

Quizás necesite algo de tranquilidad, de sosiego, pero son conflictos de la vida que me cuestan mantener. Es más sencillo devorarse las heridas para provocar unas más profundas. De eso sé un poco.

Voy a maltratarme hasta que la inconsciencia se tumbe conmigo. Le pediré si, por favor, me deja entrar un tiempo en sus sueños. Los míos los olvido con facilidad pero, creo que no me resultaría muy complicado escapar con ella de ese maldito incendio. Indemnes. Como si lo hubiésemos provocado para tener la excusa de correr juntos hasta que el humo nos separe. Fue una boda muy extraña, pero me dijo que sí. Y sin embargo, nunca pude entrar en sus sueños. Eso sí, me bastaría con poder dormirlos un rato.

No hay comentarios: