jueves, 9 de septiembre de 2010

epístola desde un tren cualquiera


La maquinaria se pone en movimiento y todo rueda al compás. Comienzan instantes somnolientos de paisajes tal vez proyectados, tal vez ya vistos.

El cocodrilo ha sido vencido y mece su eternidad sobre el cieno crudo. El sol no ahoga con sus convulsiones. Ese cáncer postizo que nos hemos inventado para él, con la falsa intención de que sólo haga sombra cuando toca.

La risa puede interrumpir algunos momentos tensos que pergeño en este cuadro. Alguien tiene que esperar a que esta frase termine para poder seguir con su trabajo. La vida es una sucesión de interrupciones, y entre una y otra, el paisaje inmóvil, desconchado, clausurado. En este estado nos lo encontramos mientras estropeamos su descanso.
Ellas, que asoman a unos pasos de distancia, hablan para que se les escuche. ¡Qué tic tan humano ese de la trascendencia! No nos basta con sobrevivir, y ella no lo hará a sí misma. Mi consejo sería que bajase de inmediato en la próxima estación, que no esperase. Silencio. ¡Y que se aparten todos los que hablan para ser escuchados! Maldito lenguaje utilitarista que no esconde expresión entre sus frases. ¡Morid todos!

Izquierda hermosura, derecha devastación. Cuánta razón de ser tenía. Casi lo hace, casi abandona, pero el micrófono estaba estropeado.

La maquinaria respira, se oxigena y prosigue. El moño de la anciana que casi distrae su destino era lo más prolijo que pude ver a través de mi ojo derecho.

Ellas, que asoman a tan solo unos pasos, miran para ser vistas, como el romero de la gitana. ¡Qué malintencionado y perverso uso del pobre romero! Ése será su próximo cáncer y no el de dar sombra cuando toque. Estamos todos imbéciles perdidos. Como si la Historia hubiese terminado y no quedase más remedio que agotar lo que quede de este plato sucio.

Mientras tanto, todo sigue sin tiempo que lo acompañe. ¡Menudo invento ese del tiempo! Con lo bien que estábamos todos quietos, sin movimiento en el espacio. Pero tuvo que desbordarse el Nilo y ponerse todos a abstraer las predicciones...Y qué hacemos ahora con ese tiempo entre las piernas.

Da la sensación de que lo vigilen a uno. Miran de reojo por culpa de su prisa, con un libro entre las manos de coartada. Pero habrá una cita a la que llegarán ineludiblemente puntuales, no la sabrán leer, y pese a la ofensa de otros, llegará mi risa.

Algo de rechazo, un antídoto que le sirve a mi estigma para sentirse estigma, que le sirve a mi margen para sentirse marginado. Ellos siguen con sus pasatiempos. Los animales, en cambio, no conceden esos actos criminales a sus vivencias, únicamente obedecen a su naturaleza, igual que nosotros al dinero. ¿Será ésa nuestra última pereza? "Me dan medio millón por suicidarme, y acepto" dice el comensal del banco de crédito. Se quedó a solas con sus botas de agua, que pisaban las lágrimas de la cola. Se quedó sin su tiempo.

A veces, también hacen actos acertados como borrar sus intelectos. Ese es un favor que nos hace el noventa por ciento de los neófitos del pensamiento, aburridos por el tiempo que tienen que emplear sin nada a cambio. "Mejor otro pasatiempo, éste no sirve para nada", dicen. ¡Maldito cerebro utilitarista! ¡Que todas las parálisis sean vuestras, para que os veáis condenados al estancamiento de vuestro tiempo! ¡Morid todos!

Al frente, un túnel de letargo negro idéntico a los corazones de todos estos que reviven después de haber acabado con la Historia. Se creen merecedores del último suspiro de este mundo. ¡Pero qué os creéis, dioses?! Los dioses están quietos, sin tiempo. Y los otros...matojo de hijos de puta, con los que hay que cruzarse con cautela. Están por todos lados, incluso debajo de mis sábanas.

La maquinaria frena y el tiempo se detiene.

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