jueves, 9 de septiembre de 2010

obscuridad (sensaciones)


Unas cien páginas antes, tuve esa misma sensación. Hacía frío y el reloj había consumido toda su pila. Pequeñas bajadas de tensión en la luz mantenían despejada mi alerta. Ciertos picores empezaban a incomodarme. La postura no tenía nada que ver. Se me estaba cayendo el pelo como si fuera otoño y plantado en mi cueva, comprobé que una costra sobre la oreja, en el cuero cabelludo, denuncia un mal trato hacia mi cuerpo. Tiritaba tal vez por la temperatura, tal vez no. Froté mis brazos para darles un calor atenuante y traté de seguir leyendo. En la duodécima palabra, que era "remiendo", se fue la luz, y únicamente la respiración quedó a la vista. Entrecortada y asmática, era lo único que delataba vida en la obscuridad. Eso y el tiempo. El paso de ese Dios ignorado por Órdenes y fariseos. Quizás, desde esta obscuridad, sea su profeta.

La luz no volvió en toda la noche, pero cesaron los temblores y el frío, que tenían causalidades distintas. El libro no volvió a emitir sensación de tipo alguno. La obscuridad ignoró su tiempo y siguió...

No hay comentarios: