jueves, 9 de septiembre de 2010

ni siquiera ladrones


Los dos se habían pasado toda la vida fantaseando con la idea, y una semana en llevarlo a cabo. Todo estaba preparado para el atraco. Los dos conocían todos los pormenores. Tenían las llaves de entrada, la combinación de la caja fuerte y un minuto para volver a cerrar la puerta de entrada, antes de que saltase la alrma. Todos los movimientos que tenían que realizar los habían practicado en el patio de uno de ellos a escala. Hasta habían tenido en cuenta al vagabundo que dormía en la repisa de la entrada así que la noche anterior le dieron una paliza considerable que lo mantendría bajo techo hospitalario. El día que más dinero había en la caja era los lunes puesto que la recaudación del viernes, sábado y domingo estaría en el famoso “sobre azul” con el que todos los trabajadores bromearon en algún momento con robar. Todos en algún momento piensan con retirarse con un gran atraco. No era así éste que concierne. El restaurante tenía seis mesas y trece trabajadores, de los cuales once habían pensado en la idea del atraco con total seguridad y los otros dos eran los que lo iban a pasar a la acción. De hecho eran los dueños. ¿Quién iba a sospechar de los dueños? Cobrarían el seguro, cerrarían el restaurante y no tendrían que pagar indemnizaciones. Quedaron a las diez de la mañana del día lunes. Ese día a ambos les sonó el despertador al mismo tiempo, cogieron la moto a la vez, y en doce minutos llegarían a la esquina del restaurante. Pero tres patrullas con luces y sirenas en la puerta del restaurante mandó al traste el plan. Aparcaron con los nervios de una persona que la pillan en medio de un atraco, pero a ellos no les dio tiempo, alguien se había adelantado. Toda la vida pensando en el atraco y lo planearon una semana tarde. Cogieron las motos, y sin decirles a la policía que ellos eran los dueños, volvieron a sus respectivos hogares. En doce minutos estaban en casa nuevamente, y en once más sonó el teléfono.

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